11 febrero 2013

La verdad es que no sabía muy bien dónde iba, ni a qué, pero una vez más la realidad ha roto todos mis prejuicios, me ha sorprendido y, claro, me ha enamorado. Pasear por la República Dominicana -eso sí, lo más lejos que uno pueda del famoso paraíso de Punta Cana-, es adentrarse en un mundo virgen en donde el hombre aún mira al hombre. Hay riqueza, pero también mucha miseria, como hay clases sociales con sus inevitables desigualdades, pero el alma dominicana, de unos y otros, se alegra con tu alegría y se entristece con tu llanto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La Republica Dominicana es un lugar donde lo inverosimil es cotidiano, y quizas por ello (o a pesar de ello) tenemos la sonrisa mas rapida del Universo...a flor de piel, colgada de las comisuras.

Gracias por la descripcion, por la visita -que no sea la ultima- y por recordarnos que somos hombres que aun miramos a nuestros semejantes.